A los verdaderos culpables
- Redacción AdHoc
 - hace 18 horas
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Los verdaderos culpables
Siempre estamos echándole la culpa al gobierno de lo que sucede en México, es el refugio más rápido, fácil, la explicación más cómoda. “El sistema”, “los políticos”, “la corrupción”, “el narco”.
Pero mientras seguimos señalando hacia arriba, los también verdaderos culpables caminan entre nosotros: los que ejecutan, los que secuestran, los que matan, los que deciden dañar sin remordimiento.
El que dispara, el que viola, el que roba la paz de una familia, son seres vacíos, llenos de oscuridad, incapaces de sentir empatía o respeto por la vida. Y lo más triste es que esa deshumanización se normaliza: se vuelve paisaje, se vuelve rutina.
Nos hemos acostumbrado a pensar que todo es culpa del poder, pero no señalamos al que actúa, al que obedece órdenes sin conciencia, al que calla, al que prefiere el silencio por comodidad o miedo. Y en ese silencio colectivo, la violencia encuentra refugio.
La política y la realidad: entre avances y resistencias
Desde tiempo atrás, o desde siempre, quien no gobierna, se ha dedicado más a bloquear que a construir. Gobernaron México durante décadas y ahora se resisten a aceptar una transformación social que los ha dejado sin rumbo.
No hay propuestas nuevas, solo una narrativa repetida que busca recuperar privilegios y poder. Analistas coinciden en que la oposición mexicana atraviesa una crisis de identidad profunda, sin liderazgo ni conexión real con la ciudadanía. (Mexico News Daily)
Mientras tanto, los hechos son visibles.
Durante los recientes gobiernos, han habido aciertos y avances tangibles, tanto en infraestructura como en una reducción significativa de la pobreza.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), 8.9 millones de personas salieron de la pobreza entre 2018 y 2022. Y aunque los retos persisten, el sur del país —históricamente olvidado— ha recibido inversiones récord con proyectos importantes que impulsan empleo, conectividad y desarrollo regional. (Américas Quarterly)
Aun así, el camino no está libre de críticas.
Sin embargo, la evidencia muestra que la inversión en obra pública, educación y programas sociales es real y visible,
a pesar de las crisis globales, la pandemia y la resistencia política interna.
Corrupción y conciencia: el enemigo está dentro
La corrupción no tiene color de partido ni uniforme. Está donde alguien decide vender su conciencia.
Como advierte Freedom House, México sigue enfrentando “altos niveles de impunidad y violencia organizada” que no se resuelven con leyes, sino con ética y educación.
El propio Dios lo pregunta desde el púlpito y desde la conciencia colectiva: ¿Cuándo entenderemos?
El problema no es el dinero, sino lo que hacemos con él. El dinero puede construir hospitales, caminos y escuelas, pero también puede comprar conciencias, silencios y miedos. Y quienes destruyen por dinero no son poderosos: son vacíos.
Recordar lo esencial
Durante la pandemia, México y el mundo entero aprendieron lo que realmente importa.
No fue el lujo, ni la competencia. Fue la salud, la familia, la paz, el hogar.
Pero lo olvidamos pronto.
Volvimos al ruido, a las conversaciones vacías, a los pleitos que dividen y no transforman.
Hoy, el reto no es solo político: es humano.
Debemos volver a lo esencial. A respetar, a empatizar, a sanar.
Porque el amor no es debilidad: es resistencia.
Y la verdadera revolución empieza con conciencia, con decir no al odio y sí a la vida.
Y al verdadero culpable…
A ti, que matas, que secuestras, que destruyes: ya basta!
Ya basta de arrancarle la vida a los inocentes para llenar tu vacío.
Ya basta de convertir el miedo en costumbre.
De justificar tu crueldad con pobreza, con ira, con frustración.
Si tu vida no funciona, no destruyas la de alguien más.
No conviertas tu infierno en el de otro.
Recupera tu humanidad antes de que no quede nada.
Porque tus actos no son solo delito: son ruina espiritual.
Y aunque la justicia humana falle, la conciencia no perdona.
Ser humano no es nacerlo: es elegirlo cada día.
Y todavía estás a tiempo de hacerlo.
De detenerte, de mirar a los ojos a quien podrías dañar y decidir no hacerlo.
De elegir la vida.
Porque México no necesita más verdugos.
Necesita más humanos.
Y para los opositores…
A ustedes, que se dicen “defensores de la democracia” pero olvidaron escuchar, que reducen el diálogo a berrinche, la crítica a insulto y la política a estrategia electoral.
México no necesita más gritos, necesita coherencia. No necesita discursos vacíos, sino resultados visibles.
Es momento de entender que oponerse no significa destruir, que disentir no es bloquear, y que el poder no se recupera negando los avances del país.
La gente ya no cree en sus pleitos internos ni en sus promesas recicladas. El país cambió, y ustedes no lo vieron venir.
Mientras el actual gobierno construye obras, fortalece el sur, reduce pobreza y recupera instituciones, ustedes siguen atrapados en la nostalgia del poder perdido. Siguen debatiendo sobre quién dirige el partido, en lugar de preguntarse para quién gobiernan.
Dejen de poner trabas por el simple hecho de no tener el control.
Dejen de desear el fracaso del país solo para poder decir “teníamos razón”.
Esa no es oposición: es egoísmo político.
México necesita contrapesos, sí —pero también necesita altura moral.
Críticas con fundamento, no ruido.
Propuestas reales, no campañas del miedo.
El país no puede seguir detenido entre quienes construyen y quienes bloquean.
Ser oposición no debería significar ser obstáculo.
Debería significar ser conciencia, ser ética, ser equilibrio.
Y ojalá algún día, comprendan que el poder que se gana con mentira, se pierde con verdad.
Artículo desarrollado con ayuda de IA.





























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